Queridísimas Madres,
Ustedes son uno de nuestros padres, nuestras cuidadoras y protectoras. Nos han cuidado toda nuestra vida y nos aman incondicionalmente. Cuando nos enfermamos, nos cuidaron hasta que recuperamos la salud. Cuando necesitábamos apoyo, nos consolaron. Nos recogieron cuando caímos y nos enseñaron a ser fuertes. Nos criaron y nos enseñaron a distinguir el bien del mal. Nos ayudaron a convertirnos en personas increíbles, como ustedes. Nos trajeron al mundo, y aunque a veces bromeaban sobre sacarnos de él, estamos muy agradecidos con ustedes por darnos la vida.
Los bebes nacen sin saber nada, exceptuando a su madre. Desde el momento en que sus oídos se desarrollan, dentro del útero, y su madre les habla, la conocen. Conocen su voz; saben cómo late su corazón; saben que ella es su madre. Y al nacer, en medio de todo el caos, una sola cosa siempre calma a los recién nacidos: Su madre. Oír su voz les da paz. Ser sostenidos por ella los hace felices. Saben que están seguros en los brazos de su madre.
Hay muchos tipos de madres. Algunas madres dan a luz a sus hijos, otras los conocen al nacer o en su infancia, a través de la adopción o el matrimonio. Aún así, todas son igual de especiales. Pues, una madre no es solo quien les dio a luz o los crió. Una madre es quien los amó y los cuidó. Una madre es quien sujetó su mano cuando tenían miedo y les dio el empujoncito que necesitaban para alcanzar sus sueños. Una madre estuvo y siempre está ahí, en el bien y el mal, en la alegría y la tristeza. Están ahí a cada paso del camino. Nos toman de la mano y nos fortalecen a través de nuestras vidas.
Los corazones de las madres están llenos de amor generoso e incondicional. Y el amor de una madre es la más pura forma de alegría que experimentan sus hijos. Las madres nunca dejan de preocuparse y siempre buscan lo mejor para nosotros. Quieren que seamos exitosos, que alcancemos nuestras metas y sueños. Nos apoyan y nos guían de regreso al camino cuando nos alejamos de él. Nos dejan equivocarnos y nos enseñan a aprender de nuestros fracasos. Su amor es inigualable, y recibirlo, nos hace mejores personas.
Las madres son irremplazables. Su cálido amor tiene un lugar especial en nuestros corazones. Nos consuela, incluso cuando están lejos. Y mientras otros van y vienen, nuestra madre y su amor siempre permanecen. Madre no es solo una palabra, ella es nuestro mundo. Ella nos trajo al mundo, y se convirtió en nuestro mundo. Algunos dicen que las vidas de las madres giran en torno a sus hijos, pero en realidad, nuestras vidas giran en torno a ella. Y nadie en el mundo puede reemplazarla.
Así que, en este Día de las Madres, solo queda una cosa por decir…
¡Gracias, Madre! ¡Gracias por abrazarnos y amarnos! ¡Gracias por darnos vida y enseñarnos a navegarla! ¡Gracias por ayudarnos a resolver nuestros problemas y a encontrar paz! ¡Gracias por escucharnos, apoyarnos y consolarnos! ¡Gracias por inspirarnos a ser mejores y a alcanzar nuestros sueños! ¡Gracias por tu generosidad y por nunca esperar nada a cambio, aunque mereces el mundo! ¡Gracias por hacernos sonreír cuando lloramos y por darnos la confianza para seguir adelante! ¡Gracias por ser el primer lugar que nuestros corazones pudieron llamar su hogar! ¡Gracias por estar allí cuando nadie más lo estuvo! ¡Gracias por ser nuestra luz en la oscuridad! ¡Gracias por darnos alas para volar y atraparnos cuando nos caímos!
¡Gracias por todo! ¡Gracias por ser Nuestra Madre!
Con todo nuestro Amor,
Tus Hijos.